El sol
ardiendo en mi piel, mis pies llenos de arena y la preocupación constante de que
no pasara el tiempo, son los únicos recuerdos que tengo de un viaje que hice
cuando estaba pequeña. Hoy lo recordé y sin más no quiero que a ninguno de los próximos sucesos
de mi vida les vuelva a ocurrir que los recuerde como pequeñas escenas de una película
borrosa. Ese recuerdo nuboso tiene lógica, porque tenía corta edad para
acordarme perfectamente de él. Pero creo que a pesar de hoy poder recordar todo lo que hice ayer, llegara un momento y con él tiempo, que se convertirán en pequeñas escenas, de una cinematografía
barata.
Por eso mi intelecto ha buscado una estrategia para guardas más filmes intactos,
sin modificaciones; se basa de utilizar el mismo mecanismo que tienen aquellos
recuerdos que se mantienen ilesos sencillamente porque pasó en ellos algo relevante, hay de buenos y malos. Aquella rememoración está porque en ese mismo instante
pasó alguna cosa que hizo que no se olvidara nunca. Entonces, cuando quiera algún
recuerdo intacto, haré algo para que no se olvide jamás, claro está, no es
necesario hacer locuras, o bueno, sí. Cuando no quiera olvidar el día que volví
a ver aquella amiga que hacia mil años no veía, me pondré a bailar con ella en
medio de la calle, seguro no pararemos de reír o cuando quiera recordar la mágica mirada
de ese chico le diré que se vaya a París conmigo, en ese momento, para siempre.
Porque la vida se basa de eso, tienes que olvidar
aquello que te haga mal, déjalos como películas sin presupuesto, pero aquello
que viviste al máximo, guárdalo, porque será lo que te hará crecer como
persona.